Desde que Federico Herrero (San José, Costa Rica 1978) fue premiado en la Bienal de Venecia de 2001, ha sido demandado por bienales y museos para realizar intervenciones in situ. El costarricense acarrea en su bagaje un período de aprendizaje en el Pratt Institute de Nueva York, algunos estudios en arquitectura y su experiencia docente con niños, por el momento decisiva para comprender su facilidad a la hora de comprometer a jóvenes en la realización de sus proyectos.Tanto las intervenciones como las telas de Herrero destilan cierto aire de jardín de infancia, con sus colores brillantes, formas descuidadas y grafía espontánea. Una pintura optimista que ha desembocado en el sofisticado contexto del mundo del arte como un respiro esperanzador y una posibilidad a la resistencia del ingenuismo y de la joie de vivre.
“Siempre he pensado en mi trabajo como la misma obra, solo una que cambia por las condiciones del espacio y el lugar, y, de esta forma, evoluciona”,dice el artista
“Siempre he pensado en mi trabajo como la misma obra, solo una que cambia por las condiciones del espacio y el lugar, y, de esta forma, evoluciona”,dice el artista
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