Ciudades aeropuertos


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Air-Port-City. 2007
Instalación multimedia

(Parte de una investigación a largo plazo sobre las posibilidades de construir estructuras residenciales y asentamientos urbanos aéreos que se mantengan con energías naturales.

Instalación, acción. 2006
(Al interior de la instalación se accede por una especie de exclusa (derecha).

Tomas Sarraceno Nace en 1973 San Miguel de Tucumán, Argentina. Vive en Frankfurt, Alemania).

No son pocos los artistas e iluminados que han levantado la vista al cielo como último recodo en el que dar forma a su utopía. El optimismo, sin embargo, no siempre es sinónimo de ingenuidad, como demuestra el artista y arquitecto Tomás Saraceno. “Air-port city” es un vasto proyecto con el que incursiona en las posibilidades de habitar ciudades suspendidas a varios kilómetros sobre la Tierra. En los últimos años, mediante exposiciones y prácticas sobre el terreno, partes integrantes de esta Ciudad Aeropuerto han ido materializando su idea de comunidad aérea y ambulante. Concretamente para el CASM, ha presentado “On water”, un lago flotante sobre una superficie transparente, prototipo de almacenamiento del agua de la lluvia que habrá de abastecer a los ciudadanos aeronautas. También puede verse, en esta primera muestra de su obra en España, uno de sus “Flying Gardens”, jardines adaptados para la habitabilidad humana y para la germinación de un tipo peculiar de planta sin raíces, del género Tillandsia, cuya subsistencia está garantizada por el agua y otros nutrientes que transporta el aire. Sus hojas habrán de alimentar a los seres vivos, también animales, que Saraceno imagina compartiendo este hábitat.

Estos jardines flotan gracias a los gases ultraligeros que conforman sus compartimentos celulares. El artista argentino ha conseguido la patente para usar aerogel, hoy en día limitado a la ingeniería militar y a aplicaciones puntuales, en la construcción de plataformas etéreas cuya liviandad las haga levitar gracias a la energía solar. La generalización de vehículos espaciales hechos con este material disminuiría la polución atmosférica al tiempo que permitiría ahorrar energía y establecer nuevas posibilidades de comunicación, pues podrían actuar como satélites, argumenta Saraceno. En el 2001 experimentó con éxito el paseo en un globo aerostático movido por la energía solar.

Saraceno entiende la arquitectura como un organismo vivo, que reacciona ante estímulos atmosféricos y humanos. Así como las nubes se crean y deshacen al ritmo de vientos y presiones, las plataformas globulares flotantes también se unirán entre sí formando grandes metrópolis, o bien se separarán para viajar a ritmos dispares. En estas sociedades nómadas y proteicas “el viento nivelará la temperatura social y las diferencias de presión”, explica el artista. Su concepto de “comunidad internacional” se inspira en la idea de libre circulación de los aeropuertos, aunque no cabrá hacer menester de pasaportes ni visados. La estructura cinética, aparte de enriquecer los procesos de comunicación, permitirá burlar las limitaciones geopolíticas. Ante las migraciones forzadas y las restrictivas normas fronterizas, ante el agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global, Saraceno propone flexibilizar las fronteras físicas y enturbiar el concepto de identidad nacional. Anima a la continua movilización como sistema de regeneración, para evitar el estancamiento vital. Los entornos cambiantes aportarán fluidez a las interrelaciones, satisfarán preferencias climáticas y geográficas.

Investiga maneras de extremar las facultades perceptivas y estimular la capacidad de adaptación del hombre haciendo uso de arquitecturas móviles, transformables, inflables. La sensación de volar estuvo garantizada en una película panorámica que mostraba el reflejo del cielo sobre el salar de Uyuni (Bolivia, 2006) después de las lluvias. El carácter envolvente de la instalación sumía al espectador en un espacio infinito y atemporal, evocador de lo que sería fluctuar en ese cielo desde viviendas transparentes.

Para entender las propuestas de Saraceno es oportuno recapitular aportaciones visionarias del siglo pasado de las que se reconoce deudor.

Ya en los años cuarenta, el también argentino Gyula Kosice exploraba una eventual arquitectura revolucionaria que habría de conquistar todos los espacios, desde los océanos al mundo planetario. Convencido de que, con el progresivo crecimiento demográfico y la contaminación ambiental, “el hombre no había de terminar en la Tierra”, preconizaba futuros “ambientes y formas móviles, desplazables” (manifiesto Madí, 1946). En sus “esculturas hidráulicas” reivindicó la naturaleza cambiante del agua como fuente energética y estética. El “manifiesto de la ciudad hidroespacial” representó la culminación de sus exploraciones cósmicas. En él, criticaba la arquitectura moderna y funcional, castradora del desarrollo de las facultades mentales del hombre. El desarraigo de la Tierra pondría fin a las ansias especulativas de la “economía compulsiva”. En la “ciudad hidroespacial”, el hidrógeno del agua de las nubes aportaría la energía necesaria para mantenerla suspendida. Los hombres serían libres para experimentar el espacio de forma lúdica (“lugar para no establecer planes”, “revalorizar el amor”, “explosiones de júbilo”), superando con ello la ansiedad que impone la vida contemporánea (“destruir la angustia y las enfermedades”, “superar el tiempo”).

Kenneth Snelson y Buckminster Fuller pilotaron, en los años cincuenta, la aplicación en el arte y el diseño del concepto de “tensegridad”. Las esculturas de Snelson combinan elementos tensores (cables) con piezas que soportan la compresión (varillas). El resultado son inmensas obras maleables por el viento pero altamente resistentes. Esta propiedad se encuentra en la naturaleza, por ejemplo en el andamiaje de las células, compuestas por filamentos y tubos que equilibran la integridad con la tensión. En el mismo equilibrio estructural basó Fuller sus cúpulas geodésicas, compuestas de polígonos cuya alternancia curva las superficies. Estos domos transparentes fueron ideados para cubrir grandes superficies, incluso ciudades enteras. La arquitectura visionaria de Fuller, a diferencia de la de Kosice, franqueó el ámbito de la fabulación: constató que el buen uso de las nuevas tecnologías y de la energía renovable podrían ofrecer calidad de vida al conjunto de la población. A partir de la noción de “integridad tensional” creó su propia teoría sinergética sobre la necesaria complementariedad de las partes para mantener en funcionamiento un sistema. Fuller ilustraba la Sinergia con una imagen metafórica que comparaba nuestro planeta con una nave espacial en la que todos los miembros de la tripulación debían cooperar de forma espontánea para mantenerla a flote.

Una década más tarde, el grupo londinense “Archigram” mixtificó aportaciones fullerianas (como las casas esféricas), imaginería del Pop Art y futurista, tecnologías de automoción y de la comunicación para llevar a cabo propuestas que abarcaron desde ciudades enchufables (“Plug-in-cities” de Peter Cook), construcciones robóticas, casas prefabricadas portátiles o inflables, vehículos convertibles en “chaise longues”, etc. Las máquinas habitables de las “walking cities” (Ron Herron) fueron diseñadas para ser desplazadas al gusto del usuario sobre patas telescópicas, capaces incluso de cruzar mares. La idea era adaptarse a los flujos de información y a la ubicuidad de las comunicaciones en las sociedades contemporáneas. Como afirmaba Cook, una persona pendiente de su teléfono móvil o cargando su ordenador portátil sigue estando en la oficina, aunque se encuentre en el campo.

Interesado en las posibilidades metamórficas de las estructuras, Saraceno adapta el componente elástico de la tensegridad a sus experimentos arquitectónicos. Por otra parte, propone un “trabajo el red” sugerido por las reflexiones de Fuller. La utopía dejará de serlo, afirma el artista, cuando se explote al máximo la sinergia entre el arte, la arquitectura y la ciencia. Comparte con los artistas citados una visión optimista de un mundo transformado por la aplicación de tecnología punta. Las espectativas puestas en el cosmos simbolizan, en última instancia, los sueños por nivelar las desigualdades y por soltar las riendas de la libertad.

(Anna Adell)

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