Rojo y Negro


......El mundo entero, con cuanto contiene, se borró de la imaginación de Matilde desde el momento que los oídos de ésta recogieron las armonías de aquella canción sublime. Le hablaban y no contestaba; su madre le regañó sin conseguir casi que le dirigiera una mirada. Su éxtasis alcanzó el grado de exaltación y de pasión que caracterizó los movimientos más violentos que por ella sintió Julián en los días anteriores. Las notas, llenas de suaves armonías, de aquella canción divina, que tan admirablemente se adaptaba a su propia posición, la embargaban todos los instantes que dejaba libres el pensamiento directo en Julián. Su amor a la música hizo que aquella noche Matilde estuviera como solía estar la señora de Rênal siempre que tenía a su lado a Julián. El amor de cabeza tiene a no dudar más talento que el amor de corazón, pero sus momentos de entusiasmo son ráfagas, relámpagos que brillan y se extinguen: se conoce demasiado bien se somete sin cesar al tribunal de la razón, piensa mucho... ¡como que su fundamento son los pensamientos!

Vuelta al palacio de sus padres, Matilde, pretextando una indisposición, que acaso no sentía, pasó gran parte de la vela da cantando al piano la canción que tanto y tan agradablemente la había impresionado:

Devo punirmi, devo punirmi,
Se troppo amai, etc.

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